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domingo, 8 de octubre de 2017

Misterios Luminosos - Predicacion De Jesus Anunciando El Reino De Dios

TERCER MISTERIO LUMINOSO

PREDICACIÓN DE JESÚS ANUNCIANDO EL REINO DE DIOS Y CONVIDANDO A LA CONVERSIÓN

Tercer Misterio Luminoso

Un fariseo le rogó que comiera con él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa. Había en la ciudad una mujer pecadora pública, quien al saber que estab comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás a los pies de Él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume. Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: "Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora". Jesús le respondió: "Simón, tengo algo que decirte". Él dijo: "Di, maestro". "Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos ¿Quién de ellos le amará más?" Respondió Simón: "Supongo que aquel a quien perdonó más". Él le dijo: "haz guzgado bien", y volviéndose a la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra". Y le dijo a ella: "Tus pecados quedan perdonados". Los comensales empezaron a decirse para sí: "¿Quién es éste que hasta perdona los pecados?" Pero Él dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado. Vete en paz". (Lc. 7, 36-50)

***

Dinero, prestigio, dones humanos, de nada valen sin la virtud de la fe. ¿Y de qué vale la fe sin el amor? En este pasaje del Evangelio, Jesús nos enseña divinamente cuánto es necesario creer en Él y amarlo en esta tierra, para hacer parte de su Reino.

Por este misterio y la intercesión de la Santísima Virgen, pidamos la gracia de que nos obtenga de Jesús -guardadas las debidas proporciones- la misma fe y amor que tanto marcaron las relaciones entre Madre e Hijo.

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