CUARTO MISTERIO GLORIOSO
ASUNCIÓN DE MARÍA A LOS CIELOS
Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz. Y apareció otra señal en el cielo: un gran Dragón rojo con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas. Su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las precipitó sobre la tierra. El Dragón se detuvo delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su Hijo en cuanto lo diera a luz. La mujer dio a luz un Hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro; y su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono. Y la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios para ser allí alimentada 1260 días. Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y su Ángeles combatieron con el Dragón. Tmbién el Dragón y sus Ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos. Y fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus Ángeles fueron arrojados con él. Oí entonces una fuerte voz que decía en el cielo: "Ahora ya ha llegado la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo, porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba dia y noche delante de nuestro Dios". (Apoc. 12, 1-10)
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Cumplida su misión en esta tierra, y ardiendo en deseos de unirse a su adrable Hijo en la eternidad, María Santísima adormeció suavemente en el Señor. No fue la muerte vestida de luto y tristeza, sino el amor divino adornado de luz y de alegría quien vino a romper el hilo de tan noble vida. Y sin que su cuerpo virginal sufriese las injurias de la corrupción, también Ella resucitó y fue llevada gloriosamente a los cielos, de donde salió Jesús a recibirla con la bienaventurada compañía de los ángeles y de los santos.
María entra en la mansión celestial, toda hermosa y resplandeciente como la bendita entre todas las mujeres, y llena de gracia, la predilecta de Dios, la Inmaculada, la más bella de todas las criaturas.
Por este Misterio pidamos a la Santísima Virgen una ardorosa y tierna devoción a Ella, nuestra querida y tan buena Madre.
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