CUARTO MISTERIO DOLOROSO
JESÚS CON LA CRUZ A CUESTAS CAMINO DEL CALVARIO
Cuando le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús. Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por Él. Jesús, volviéndose a ellas, dio: "Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. Porque llegarán días en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraron y los pechos que no criaron! Entonces se pondrán a decir a los montes: ¡Caed sobre nosotros! Y a las colinas: ¡Cubridnos! Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué hará?". Llavaban además otros dos malhechores para ejecutarlos con Él. (Lc. 23, 26-32)
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Inmediatamente después de haber sido condenado por Pilatos, Nuestro Señor Jesucristo tomó la cruz sobre los hombros para llevarla al Calvario y en ella morir crucificado. La cargó sin manifestar repugnancia alguna; antes por el contrario, la abrazó con amor indecible, pues deseaba levantar bien alto el estandarte bajo el cual deberían alistarse sus seguidores en esta tierra. Bajo su peso, Jesús alcanzaba nuestra salvación; y con su ejemplo, nos daba fuerza para que abrazásemos nuestra propia cruz, y de esta manera venciésemos las pruebas de esta vida. Es a través de la cruz que con Él compartiremos después el Reino de los cielos.
Por este misterio y por la intercesión de la Santísima Virgen pidamos la gracia de la paciencia, el coraje y la fortaleza necesarias para cargar todas nuestras cruces.
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