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viernes, 15 de marzo de 2019

Oracion En La Consagracion Del Hogar

Oracion En La Consagracion Del Hogar

Padre Dios: te reconocemos presente en todo cuanto existe; nosalegra tu presencia, a la vez que está inquieto nuestro espíritu mientras no descanse en ti. Tú eres nuestro creador y nos has destinado al bien y a la felicidad. Has querido ser el Padre de la gran familia humana destinada a reunirse en forma definitiva en la casa paterna de tu gloria.

Y Tú has querido también, que cada pequeña familia, como la presente, reproduzca y mantenga a la gran familia de los hijos de Dios.

He aquí pues en Ti, nuestra familia: reconociéndose tuya y a sabiendas de que lo que Tú quieres para ella es su verdadero bien y su alegría, gustosamente acepta tu voluntad paternal.

Quiere ser guiada por la luz de tu Espíritu; ser impulsada por su fuerza y experimentar el ardor de su amor.

Entre nosotros está tu Hijo Jesus, que hace parte de la familia humaa, y que es el verdadero y único jefe de nuestro hogar. De Él hemos recibido el mandamiento del amor y de él hemos tomado como ley la de amarnos los unos a los otros como él nos ha amado.

Por eso Padre, hoy, cuando voluntaria y conscientemente te consagramos nuestro hogar; cuando aceptamos de nuevo pertenecer a los seguidores de Cristo Jesús, queremos igualmente aceptar la ley del amor como fundamento nuestra vida de hogar.

Comenzamos pidiendo tu perdón y ofreciendo el nuestro a quienes nos hubieron ofendido. Perdonamos a cuantos nos han ofendido antigua o recientemente; tanto de los extraños como de los miembros de nuestra familia.

Nos perdonamos, entre esposos, todo aquello, pequeño o grande que creíamos no poder perdonar. De padres a hijos y de hijos a padres, deseamos proclamar un generoso perdón que tenga más en cuenta nuestro valor como personas y los profundos vínculos que nos unen, que los defectos y resentimientos a los que habíamos dado tanta atención.

Queremos superar la estrechez y la amargura de nuestros celos y de nuestras envidias; de nuestros rencores y nuestros cálculos egoístas.

Queremos aprender a dar antes que recibir. Y queremos reparar igualmente cuando perjudicamos al otro para conseguir ventaja.

Comprendemos ante Ti que amar a los demás como a nosotros mismos y conforme a tu amor es la fuente del equilibrio en las relaciones humanas y el único resorte de la paz y la alegría.

Queremos además, en tu presencia, decidirnos a que de ahora en adelante una disposición de amor que brinde alegría y bondad a cada ser humano que se relacione con nosotros, será nuestra disposición habitual.

Y el afecto queremos agregar la efectividad de nuestro amor. Queremos, Padre, cooperar con nuestras obras a que este hogar sea más feliz y a que según nuestras posibilidades el mundo entero sea más feliz.

Por amor a Ti, a nosotros mismos y a todos los humanos, queremos cooperar en el gran esfuerzo de cuntos luchan por la justicia y la honestidad.

Queremos hacer bien a todos pero particularmente a los más afligidos, a las víctimas de la injusticia y la opresión, a los débiles, a los ignorantes, a los menospreciados.

Y aquí, en nuestro hogar, te prometemos que, para vivir el amor, nos esforzaremos en brindar alegría y comprensión. Trataremos de escuchar, de entender, de soportar alegremente; y también de corregir, mejorar, superar caprichos y debilidades.

En este momento feliz en que ante ti se abre el horizonte de nuestra vida; ella ya no aparece como la vida animal que sólo busca y luego defiende su presa sino como el hermoso destino de amar y ser amado.

Te agradecemos Padre Dios, la hermosura de este momento y del verdadero sentido de nuestra existencia. Y por no volver a la oscuridad y a la desesperación, te prometemos que en nuestro hogar tu Hijo Jesús será el guía y el amigo de todos.

Para ello te prometemos leer y meditar lo que él nos dejó en los Evangelios; orar en determinadas ocasiones en común; participar en esa hermosa fiesta que es la Eucaristía dominical y purificarnos y fortalecernos con la Penitencia y la Comunión.

En señal de esta consagración queremos colocar una imagen de Jesús en un sitio de honor para que nos recuerde lo que hoy hemos realizado. 

Y finalmente, llenos de alegría, queremos saludar a la Madre de Jesús y por ello madre nuestra, con el mismo saludo que de pequeños aprendimos... (Dios te salve, María...).

Concluimos nuestra ceremonia con un abrazo fraternal que nos haga sentir la alegría en la que Tú quieres que esté envuelta nuestra vida. Amén.

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