Novena En Honor De Nuestra Señora Del Rosario De Chiquinquirá
Presentación
Rezar o "hacer" una novena consiste en orar con devoción durante nueve días de manera personal o comunitaria para obtener gracia, una intención especial o también como camino de preparación para alguna solemnidad o fiesta religiosa.
Hay novenas dedicadas a Cristo con la "Novena de Navidad"; al Espíritu Santo, a la Virgen María o a los santos. Y, aunque no es una celebración propiamente litúrgica sino devocional, la novena es una catequesis y una ayuda valiosa en la espiritualidad cristiana cuando está fundamentada en una sólida doctrina.
Aunque en el pueblo judío no se celebraban novenarios, la hora nona era uno de los momentos más importantes de la oración en la Sinagoga. En nuestra Liturgia de las Horas también los cristianos conservamos la celebración de la Hora Nona, que reviste un carácter especialmente cristológico al recordar la hora de la muerte del Señor en la cruz.
Fue en Francia y España donde se introdujo la costumbre de una "novena de preparación" para celebrar el Nacimiento de Cristo, en simbólica devoción que recordaba los nueve meses de espera de la Virgen María; de ahí la ubicación litúrgica del día de la Anunciaciónb del Señor el 25 de marzo, nueve meses exactos antes del 25 de diciembre, motivo que da origen a la costumbre de preparar la solemnidad del Misterio de la Navidad con una novena. Así, mientras María se prepara para el nacimiento de su Hijo, nosotros nos preparamos para recibirlo en nuestro corazón.
El propio Señor Jesucristo pidió a los Apóstoles que después de su Ascensión a los cielos, ellos se prepararan en oración para la venida del Espíritu Santo: "Todos ellos perseveraban unánimes en la oración junto con María, la Madre de Jesús". (Hechos de los Apóstoles 1, 14). De igual manera, en la revelación a Santa Margarita Alacoque recomendó el Señor que se celebrara un homenaje de nueve viernes consecutivos a su Divino y Sagrado Corazón. También lo hizo el Señor en su místico diálogo con Santa Faustina Kowalska: "Deseo que durante nueve días lleves a las almas a la fuente de mi misericordia para que saquen fuerzas, alivio y toda gracia que necesiten para afrontar las dificultades de la vida".
Esta novena, que antecede y prepara la fiesta de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Reina y Patrona de Colombia, es simultáneamente camino de oración y meditación durante el presente novenario para celebrar el Centenario de su coronación como Reina de Colombia, que se conmemoró el 9 de julio de 2019.
En su visita apostólica al Santuario Mariano Nacional de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, en 1986, el Beato Juan Pablo II obsequió a Nuestra Señora del Rosario una preciosa plegaria con la cual, siguiendo una a una las partes del Ave María, consagró la Nación Colombiana a la Santísima Virgen María. La presente novena reproduces esta hermosa plegaria de consagración distribuida en nueve momentos correspondientes a los nueve días de preparación.
Reseña Histórica
¿HASTA CUÁNDO, ROSA DEL CIELO, VAS A ESTAR TAN ESCONDIDA?
La historia de la milagrosa Renovación de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá se remonta a mediados del siglo XVI cuando los failes dominicos comienzan su misión evangelizadora en la región central de lo que hoy es el corazón del territorio de Colombia. Por aquellos tiempos, un caballero proveniente de España, Antonio de Santana, obtiene en 1560 la encomienda de Suta, ubicada en el Valle de Sequencipá en dicha región (hoy Boyacá).
Entre 1560 y 1562, llega también procedente de España fray Andrés Jadraque, misionero dominico, que ve necesario entronizar en dicha capilla del encomendero una imagen de la Virgen del Rosario, advocación muy venerada y difundida por su Orden Dominicana. Cerca del lugar, en la ciudad de Tunja, vivía un pintor, también de origen español, llamado Alonso de Narváez, con quien acuerdan la pintura de la imagen de Nuestra Señora del Rosario con el Niño Jesús en brazos, acompañada por los santos patronos del encomendero y del fraile, San Antonio de Padua y el Apóstol San Andrés respectivamente.
Don Alonso de Narváez utiliza una mezcla de tierra de colores con zumo de yerbas y flores, para pintar la imagen en un lienzo de algodón tejido por los indígenas. La Madre del Rosario, vestida de rosa y manto celeste, se erige de pie sobre un creciente de luna, mientras dirige tiernamente su maternal mirada al Niño Jesús que, apoyado en el brazo izquierdo de la Madre celestial, juega con una avecilla que sostiene en su mano. A la derecha de la Virgen, sereno y reverente, se yergue San Antonio de Padua con su tradicional hábito de los frailes menores, mientras a la izquierda San Andrés sostiene la cruz en aspa que recuerda su martirio, al igual que el vibrante rojo sangre que baña en bermejos tonos carmesí su capa de Apóstol peregrino.
La hermosa imagen fue solemnemente entronizada en la capilla tachada con paja silvestre en la tierra de "Aposentos", donde fray Andrés catequizaba a los nativos indígenas de la región de Suta. Allí permaneció durante más de una década la imagen de la Virgen del Rosario con sus dos ilustres santos edecanes. Sin embargo, 12 años más tarde, en 1574, la misión iniciada en aquellas tierras por los frailes dominicos debió pasar a otras manos, y fray AQndrés Jadraque fue enviado a otro convento. Con el tiempo la capilla doctrinera se deterioró de tal manera que las goteras y el sol estropearon el lienzo de la Virgen, quedando prácticamente borrada del todo la imagen de Narváez.
Dos años más tarde, en 1576, el cura doctrinero de Suta, Don Juan Alemán de Leguizamón, encontró el lienzo, pero estaba tan deteriorado y en tan mal estado que decidió retirarlo del altar y se lo entregó al encomendero en presencia de su esposa, Doña Catalina de Irlos. El lienzo fue destinado a una despensa de granos para servicio doméstico, y fue especialmente utilizado por su textura de algodón pasa sacar trigo al sol.
Un año más tarde, muere el encomendero Don Antonio de Santana y su esposa Catalina se traslada a la pequeña aldea de Chiquinquirá, entonces un lugar pantanoso y despoblado donde reinaban la neblina y el frío. Entre sus enseres domésticos Doña Catalina lleva el antiguo lienzo destinado ahora para secar el trigo.
En 1585 llega a Tunja María Ramos, esposa de Pedro de Santana, hermano de Don Antonio. Pronto se traslada a Chiquinquirá para acompañar a su viuda cuñada Doña Catalina de Irlos. Allí encontró el lienzo abandonado, y al enterarse que en él había estado pintada una imagen de la Virgen, lo recogió, lo arregló y lo colocó en alto, frente al cual pronunciaba diariamente esta bella oración: "¿Hasta cuándo, Rosa del cielo, habéis de estar tan escondida? ¿Cuándo será el día en que os manifestéis y os dejéis ver al descubierto para que mis ojos se regalen de vuestra soberana hermosura, que llene de gozo y alegría mi alma?" Estas hermosas palabras las repetía María Ramos todos los días hasta que por fin fueron benignamente escuchadas.
El viernes 26 de diciembre de 1586 a las nueve de la mañana, después de haber permanecido María Ramos durante más de dos horas en oración, se levantó de su asiento para salir de la capilla. En aquel instante pasaba por allí una india que venía de Muzo, llamada Isabel, con un niño llamado Miguel de unos cuatro o cinco años. Al pasar por frente a la puerta de la capilla dijo el niño a la mujer que lo llevaba: "¡Mire, mire!" Miró la mujer hacia la capilla y vio que la imagen de Nuestra Señora estaba en el suelo y despedía de sí una luz que llenaba de claridad toda la capilla. Llena de asombro dijo en altavoz a María Ramos, que iba saliendo del oratorio: "Mire, mire, Señora, que la Madre de Dios se ha bajado de su sitio, está en vuestro asiento y parece que se está quemando". Miró María Ramos y admirada de ver tan estupendo prodigio, llena de asombro se dirigió llorando hacia el altar, se arrojó a los pies de la sagrada Imagen; con mucho temor puso los ojos en ella y vio cumplidos sus deseos, pues, estaba patente la imagen de la Madre de Dios en el sitio mismo donde la piadosa María Ramos solía orar.
La imagen de la Virgen lucía con una hermosura sin igual, con unos colores muy vivos y despidiendo de sí grandes resplandores que bañaban de luz a los santos que tenía a los lados y llenaba de claridad toda la capilla. Tenía el rostro muy encendido. Toda la pintura estaba renovada completamente. Después de una hora, alzaron el cuadro con mucho temor y reverencia y lo colocaron en el mismo lugar donde se encontraba antes del milagro. El rostro de la Madre Santísima permaneció encendido todo aquel día; después, la imagen quedó tal como hoy se contempla. La noticia del prodigio se propagó rápidamente por todos los lugares circunvecinos, cuyos moradores presurosos acudieron a ver la imagen renovada.
Iniciación
Señal de la Cruz: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
A continuación se hace un breve examen de conciencia en piadoso silencio y profundo recogimiento.
Acto De Contrición
Señor mío Jesucristo, Dios misericordia y de todo consuelo, que haces infinitas maravillas en el cielo y la tierra; Tú, Señor, que nos hiciste a tu imagen y semejanza, que nos llamas constantemente a participar de tu gloria y de la felicidad eterna; por el inmenso amor que nos tienes y tu gran misericordia, te suplicamos fervorosamente por el amor que tienes a tu Santísima Madre, en cuyo honor hacemos está novena bajo la dulce advocación de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, que nos concedas el perdón de todos nuestros pecados. Por ella, dulce Jesús, concédenos tu clemencia y tu perdón para que al igual que el lienzo renovado de nuestra Madre celestial, también nuestros corazones se renueven en tu amor, tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Oración Para Todos Los Días
Reina Madre del Rosario de Chiquinquirá, bella flor de nuestra tierra, renovada en destellos de luz y de hermosura, luces radiante en tu imagen sobrerana los colores del patrio pabellón. Eres tú nuestra gloria y el orgullo de nuestra raza, madre de Dios y madre nuestra. En rústico lienzo tu rostro se ilumina y renuevas tu imagen en celestial fulgor, dando a tus hijos la graciosa prenda de la luz inmortal de tu Hijo Salvador.
Ciñe tus sienes la real diadema que corona tu hermosura y tu maternal bondad, símbolo fiel de nuestro entrañable afecto y de tus hijos el filial amor. A Ti te cantan celestiales voces que te aclaman por Reina de la paz y el pueblo entero jubiloso te presenta el don de su fervor. En los difíciles tiempos de dolor y angustia tú, que eres Madre de Misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; extiendes tu cetro soberano y cubres gloriosa con tu egregio manto a todos los que sufren la tribulación.
Hermosas flores mezcladas con tierra colombiana dieron a tu precioso lienzo celestial color; brote la tierra perfumadas flores que rindan culto a tu sagrada imagen, Madre llena de gracia y de virtud. Tu divina presencia renovada, Reina Madre, bendiga nuestra amada tierra y renueve a tus hijos en la luz de la verdad.
Vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, inagotable fuente de gracia y de ternura; recibe complacida Madre y Señora, la humilde romería de nuestro inquieto corazón que llega peregrino a tu Santuario, casa del consuelo y la alegría, donde tú, Oh, Madre Clemente y Pía, escuchas nuestros clamores. Amén.
Día Primero
¡Alégrate, María!
(De La Oración y Homilía del Beato Juan Pablo II, Chiquinquirá julio de 1986)
Alégrate, María. Te saludamos con el Ángel: Llena de gracia. el Señor está contigo.
Te saludamos con Isabel: ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu viente! ¡Feliz porque has creído a las promesas divinas!
Te saludamos con las palabras del Evangelio: Feliz porque has escuchado la Palabra de Dios y la has cumplido. Dichosa, porque a impulsos de tu fe, en respuesta al anuncio del ángel, acogiste en tu seno la Palabra del Dios vivo.
Dichosa Tú, María, por haber pronunciado aquel bienaventurado "fiat" que te convirtió, por virtu inefable, de Sierva del Señor en la Madre del Verbo Eterno: Dios de Dios, Luz de Luz, hecho hombre en tus entrañas virginales. ¡El Verbo se hizo hombre! (Jn 1, 14)
Rezar tres Avemarías.
Gozos
Pues eres de los pecadores el consuelo y la alegría
¡Oh Madre, clemente y pía escucha nuestros clamores!
I
Reina Madre de Colombia, de oro patrio coronada,
es tu imagen renovada de tu pueblo regocijo,
renueva, Madre, a tus hijos y escucha nuestros clamores
por la paz y la alegría.
Pues eres de los pecadores el consuelo y la alegría
¡Oh Madre, clemente y pía escucha nuestros clamores!
II
Si en tu imagen hermosa de Chiquinquirá encontramos
todo el bien que deseamos en esta vida penosa,
si en todo tiempo, graciosa, nos dispensas tus favores
con franca soberanía.
Pues eres de los pecadores el consuelo y la alegría
¡Oh Madre, clemente y pía escucha nuestros clamores!
III
Peregrino de esperanza, todo el pueblo colombiano,
a tu santuario mariano en fraterna procesión
implora con devoción de tu bondad los favores
en humilde romería.
Pues eres de los pecadores el consuelo y la alegría
¡Oh Madre, clemente y pía escucha nuestros clamores!
IV
Fénix del amor, renovada para remediar al hombre
ostentas este renombre en tu Imagen sagrada;
con tal timbre coronada, se aumentan más los ardores
de nuestro amor cada día.
Pues eres de los pecadores el consuelo y la alegría
¡Oh Madre, clemente y pía escucha nuestros clamores!
V
Escoltan tu dulce imagen dos celestes edecanes,
inmaculados guardianes: San Andrés y San Antonio;
de Domingo testimonio sus hijos predicadores,
te custodian noche y día.
Pues eres de los pecadores el consuelo y la alegría
¡Oh Madre, clemente y pía escucha nuestros clamores!
VI
Como aquella nubecilla que Elías vio sobre el Carmelo
así por nuestros consuelos obras esta maravilla;
de una oscura Imagencilla salieron magnos primores,
que son asombro del día.
Pues eres de los pecadores el consuelo y la alegría
¡Oh Madre, clemente y pía escucha nuestros clamores!
VII
¡Qué copiosa y qué incesante es la lluvia soberana
de milagros, con que ufana nos beneficias amante.
No se da ningún instante sin que derrames favores
con general bizarría!
Pues eres de los pecadores el consuelo y la alegría
¡Oh Madre, clemente y pía escucha nuestros clamores!
VIII
Todo el que imploró confiado con sincera devoción
de tu amparo protección salió siempre consolado;
infinitos han mudado en delicias sus dolores
porque buscaron tu guía.
Pues eres de los pecadores el consuelo y la alegría
¡Oh Madre, clemente y pía escucha nuestros clamores!
IX
No hay enfermedad penosa, no hay trabajo ni desgracia
que Tú con tanta eficacia no remedies generosa;
si es que con fe fervorosa el que busca tus amores
de los vicios se desvía.
Pues eres de los pecadores el consuelo y la alegría
¡Oh Madre, clemente y pía escucha nuestros clamores!
X
Lo confiesa así gozoso todo el pueblo colombiano,
porque jamás clamó en vano bajo tu auxilio amoroso;
pues de modo portentoso en tus congojas mayores
Tú le diste la alegría.
Pues eres de los pecadores el consuelo y la alegría
¡Oh Madre, clemente y pía escucha nuestros clamores!
XI
Casa común del consuelo tu hermoso templo sagrado,
pues en él has franqueado todo el maternal desvelo.
Por eso con tanto anhelo, sin recelos ni temores,
te clamamos noche y día.
Pues eres de los pecadores el consuelo y la alegría
¡Oh Madre, clemente y pía escucha nuestros clamores!
XII
¡Pueblo de Chiquinquirá, tierra mil veces dichosa!
¡Qué riqueza tan preciosa Dios en tu campo nos da!
¡Oh, qué celestial maná de tan distintos sabores
vierte en su imagen María!
Pues eres de los pecadores el consuelo y la alegría
¡Oh Madre, clemente y pía escucha nuestros clamores!
Oración Final
Padre celestial,
en tu amorosa solicitud
has querido favorecer a nuestra patria
dándonos en Chiquinquirá
un signo de tu presencia;
por la intercesión maternal
de nuestra reina y patrona,
cuyo patrocinio hoy celebramos,
concédenos crecer en la fe
y lograr nuestro desarrollo
por caminos de paz y de justicia.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Día Segundo
Tú Eres La ¡Llena De Gracia!
(De La Oración y Homilía del Beato Juan Pablo II, Chiquinquirá julio de 1986)
Te saludamos, Madre de Chiquinquirá, tú eres la ¡llena de gracia! Te alabamos, Hija predilecta del Padre. te bendecimos, Madre del Verbo divino. Te veneramos, Sagrario del Espíritu Santo. Te invocamos, Madre y Modelo de toda la Iglesia. Te contemplamos, imagen realizada de las esperanzas de toda la humanidad.
Tu fe es incesamentemente la guía de nuestra fe. El Espíritu Santo se vale de Ti, oh Sierva del Señor, para derramar sobre nosotros la gracia de la que fuiste llena con el anuncio del Ángel. Participamos en tu fe, María. En el horizontre de nuestra vida -de esta vida nuestra, a veces difícil y llena de oscuridad- aparece una gran luz: Jesucristo tu Hijo, al que nos entregas con amor de madre.
El profeta Isaías nos dice del Mesías que "Su nombre será: Maravilla de Consejero, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la Paz". (Is 9,5).
Rezar tres Avemarías.
Todo lo demás como en el día primero.
Día Tercero
¡El Señor Está Contigo!
(De La Oración y Homilía del Beato Juan Pablo II, Chiquinquirá julio de 1986)
¡El Señor está contigo! Tú eres la Virgen de la Anunciación, el Sí de la humanidad entera al misterio de la salvación.
Tú eres la Hija de Sión y el Arca de la nueva Alianza en el misterio de la visitación.
Tú eres la Madre de Jesús, nacido de Belén, la que lo mostraste a los sencillos pastores y a los sabios de Oriente.
Tú eres la Madre que ofrece a su Hijo en el templo, lo acompaña hasta Egipto, lo conduce a Nazaret.
Virgen de los caminos de Jesús, de la vida oculta y del milagro de Caná. Madre Dolorosa del Calvario y Virgen gozosa de la Resurrección. Tú eres la Madre de los discípulos de Jesús en la espera y en el gozo de Pentecostés.
Rezar tres Avemarías.
Todo lo demás como en el día primero.
Día Cuarto
Bendita Porque Creíste En La Palabra Del Señor
(De La Oración y Homilía del Beato Juan Pablo II, Chiquinquirá julio de 1986)
Porque esperaste en sus promesas, porque fuiste perfecta en el amor. Bendita por tu caridad premurosa con Isabel, por tu bondad materna en Belén, por tu fortaleza en la persecución, por tu perseverancia en la búsqueda de Jesús en el templo, por tu vida sencilla en Nazaret, por tu intercesión en Caná, por tu presencia maternal junto a la cruz, por tu fidelidad en la espera de la resurrección, por tu oración asidua en Pentecostés. Bendita eres por la gloria de tu Asunción a los cielos, por tu materna protección sobre la Iglesia, por tu constante intercesión por toda la humanidad.
Rezar tres Avemarías.
Todo lo demás como en el día primero.
Día Quinto
Bendita Por El Fruto De Tu Vientre
(De La Oración y Homilía del Beato Juan Pablo II, Chiquinquirá julio de 1986)
Bendito el fruto de tu vientre. Tú eres María, la Madre del Señor, la que lleva por los caminos del mundo, irradiando la salvación, a aquel que es el Emmanuel, el Dios con nosotros, el Dios cercano que ha venido a habitar en medio de los hombres (Jn 1, 14).
¡Dichosa Tú, porque gracias a tu acatamiento de la Palabra de Dios, se cumplió, ya en la plenitud de los tiempos, el acontecimiento más señalado por los profetas para la vida y para historia de la humanidad: "El pueblo que andaba en tinieblas, vio una luz grande" (Is 9,2): tu Hijo Jesucristo, el Hijo del Dios vivo, el Redentor del hombre, el Redentor del mundo!
Por eso eres María la "Estrella de la evangelización"; la que, con su bondad maternal, acerca a todos -y en especial a los humildes- a los más sublimes misterios de nuestra religión.
Rezar tres Avemarías.
Todo lo demás como en el día primero.
Día Sexto
¡Santa María, Madre De Dios!
(De La Oración y Homilía del Beato Juan Pablo II, Chiquinquirá julio de 1986)
Santa María, Madre e Dios, queremos consagrarnos a Ti porque eres Madre de Dios y Madre nuestra. Porque tu Hijo Jesús nos confió a todos a Ti. Porque has querido ser Madre de esta Iglesia de Colombia y has puesto aquí en Chiquinquirá tu santuario. Nos consagramos a Ti todos los que hemos venido a visitarte. Te consagro toda la Iglesia de Colombia, con sus Obispos, sacerdotes y fieles; los religiosos y religiosas, que ofrendan su vida por el reino de Cristo. Los jóvenes, que han acogido la llamada del Señor.
Los esposos cristianos en la unidad e indisolubilidad de su amor con sus familias. Los laicos comprometidos en el apostolado. Los jóvenes que anhelan una sociedad nueva. Los niños que merecen un mundo más pacífico y humano. Los enfermos, los pobres, los encarcelados, los perseguidos, los huérfanos, los desesperados, los moribundos.
Te consagro toda esta nación de Colombia de la que eres, Virgen de Chiquinquirá, Patrona y Reina. Que resplandezcan en sus instituciones los valores del Evangelio.
Rezar tres Avemarías.
Todo lo demás como en el día primero.
Día Séptimo
¡Ruega Por Nosotros Pecadores!
(De La Oración y Homilía del Beato Juan Pablo II, Chiquinquirá julio de 1986)
¡Ruega por nosotros pecadores! Madre de la Iglesia, bajo tu patrocinio nos acogemos y a tu inspiración nos encomendamos. Te pedimos por la Iglesia de Colombia, para que sea fiel en la pureza de la fe, en la firmeza de la esperanza, en el fuego de la caridad, en la disponibilidad apostólica y misionera, en el compromiso por promover la justicia y la paz entre los hijos de esta tierra bendita.
Te suplicamos que toda la Iglesia de Latinoamérica se mantenga siempre en perfecta comunión de fe y de amor, unida a la Sede de Pedro con estrechos vínculos de obediencia y de caridad.
Te encomendamos la fecundidad de la nueva evangelización, la fidelidad en el amor de preferencia por los pobres y la formación cristiana de los jóvenes, el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, la generosidad de los que se consagran a la misión, la unidad y la santidad de todas las familias.
Rezar tres Avemarías.
Todo lo demás como en el día primero.
Día Octavo
¡Ahora Y En La Hora De Nuestra Muerte!
(De La Oración y Homilía del Beato Juan Pablo II, Chiquinquirá julio de 1986)
¡Virgen del Rosario, Reina de Colombia, Madre nuestra! Ruega por nosotros ahora. Concédenos el don inestimable de la paz, la superación de todos los odios y rencores, la reconciliación de todos los hermanos. Que cese la violencia fratricida. Que progrese y se consolide el diálogo y se inaugure una convivencia pacífica. Que se abran nuevos caminos de justicia y de prosperidad. Te lo pedimos a Ti a quien invocamos como Reina de la Paz. ¡Ahora y en la hora de nuestra muerte!
Te encomendamos a todas las víctimas de la injusticia y de la violencia, a todos los que han muerto en las catástrofes naturales, a todos los que en la hora de la muerte acuden a Ti como Madre y Patrona. Sé para todos nosotros, Puerta del Cielo, vida, dulzura y esperanza, para que juntos podamos contigo glorificar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. ¡Amén!
Rezar tres Avemarías.
Todo lo demás como en el día primero.
Día Noveno
Dios Te Salve, Reina Madre De Misericordia
(Beato Juan Pablo II, México, 1979)
¡Te saludamos, Reina Madre de misericordia, Madre del verdadero Dios y Madre de Iglesia! Tú, que desde tu Santuario manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo; escucha la oración que con filial confianza te dirigimos, y preséntala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro.
Madre de misericordia, Maestra del sacrificio Escondido y silencioso, a Ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores. Intercede ante tu Hijo por la paz, la justicia y la prosperidad de nuestro pueblo.
Queremos ser totalmente tuyos. Concede a nuestros hogares la gracia de amar y de respetar la vida que comienza con el mismo amor con el que concebiste en tu seno la vida del Hijo de Dios.
Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias, bendice la educación de nuestros hijos. Vida, Dulzura y Esperanza nuestra, míramos con compasión y enséñanos a ir continuamente contigo a Jesús y, si caemos, ayúdanos a levantarnos, a volver a él, mediante la confesión de nuestras culpas y pecados en el sacramento de la Penitencia, que trae sosiego al alma.
Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia, con nuestros corazones libres de mal y de odios, podremos llevar a todos la verdadera alegría y la verdadera paz, que vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que con Dios Padre y con el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar tres Avemarías.
Todo lo demás como en el día primero.